lunes, 5 de diciembre de 2011

A la Mar


A la Mar…

Hoy el viento suena por ti; al amanecer,  la esperanza; al abrir los ojos, el reflejo de los sueños; al saludar la mañana, tu nombre; al extender mis manos, tus deseos; al abrazar el destino, tu sonido…

El Sol destapa el brillo de la ironía con que convertiste la monotonía del alba en una nueva suerte de varas donde se diluyen la ausencia y el vació, quiebran las lamentaciones estériles y emerge la esencia de tus pensamientos.

La brisa que nace de tu inocencia es el perfume que alienta y acompaña mis paseos por la incertidumbre; el aroma de tu ser es el oxígeno que mantiene erguidos mis proyectos, que aviva el sueño de poder sentarme las tardes de invierno acompañados de mis inquietudes para admirarte y abstraer mi mirada en el seno de tus pliegues.

Las gaviotas me hablan de tú inestable inconformismo y de tu estado permanente de evasión, del rigor con que sacudes tus tensiones y como te enfrentas a la soledad de tus horizontes. De noche, tus aguas se vuelven misteriosas y acercan mis pasiones hacía tus entrañas, sucumbo a la lujuria y entrego las llaves de mi destino al propósito de tus labios.

El poder de atracción habita en las emociones y en los recuerdos para perturbar la insensatez de mi existencia que si no fuera por el cautiverio de tus olas y la insistencia del color de tu superficie, naufragaría de pasión y deseo.

Admiro el elixir de tu insultante belleza, el sabor de tu esencia, el placer de tus caricias,  la amable textura de tu figura, la melodía de tus caprichos, el ritual que envuelve tú vestimenta , el embrujo con que me cautivaste, la ansiedad que me lleva a ti, la amargura que supone dejarte, la alegría que me da verte.

Me asomo a tus aguas de tarde en tarde; azotas tus costuras para salpicar las lágrimas de la ausencia y avivas mi propia miseria con tu solemne atractivo; las noches de insomnio son un recorrido por los episodios de nuestra historia, aquella que construimos para creerla, la misma que creamos para sucederla, esa que nos vincula y nos ataña, la que nunca dejamos escapar pese a los muchos temporales que la tentaron hundir, pese a la turbulencia de nuestro pasado; en el cuaderno de bitácora que señala nuestro rumbo, no cabe más que una sola coordenada, configurará un único destino, una insólita navegación.

Nací frente a ti, tu insolencia fue lo primero que aprendí, he crecido de tus pechos y moriré naufrago de tus brazos.  



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