domingo, 29 de enero de 2012

Ni contigo, ni sin ti...

Ni contigo, ni sin ti…

Una noche más el cansancio alentó a que mis ojos se despidieran repentinamente de la luz, y con ello me encontré otra vez allí sentado frente a  la miseria de la soledad, bajo la penumbra del  desencanto que me desgarra el alma; entre las tinieblas del fracaso  que hacen que mi vida deje de serlo; el silencio huérfano de compañía ameniza el vacío de quién ya no espera.

 Otra noche más rodeado de las malditas sombras  que amedrentarán al amanecer mi despertar, que volverán a insinuarme el sabor de tus besos, el tacto de tus palabras, el verso de tus susurros.

Verdugo de otro tiempo en que el pálpito de tus sentimientos iluminaba el sendero de mí destino.

Cautivo de los sueños que embriagaron cada intención, cada propósito, cada deseo…

Víctima del poso de la inocencia con que pensamos que nunca sucumbiríamos a la vanidad de la rutina, al gris del invierno, al llanto de la pena, al egoísmo de la insolencia, a la cobardía de la ausencia, al marchitar de la esperanza.

Siento como el tiempo ubica en la memoria las estrofas que un día el rencor compuso con vaga destreza para ahogar a la fuerza de la ilusión, para ilustrar con nubes la ausencia del querer, para fundir la llama que expresa el deseo.

He visto como fermenta el olvido naufrago de recuerdos que añorar, como muere el sonido sin las notas que evocan la melodía de la voluntad, como lloran los colores por la falta de la luz que los hizo nacer, como la conciencia despide a la tenacidad ajena al querer, enemistada con el poder y desierta de sueños.

He vuelto a refugiar mi llanto en la penumbra de la misericordia, he canjeado  los vales de mi destino por la vanidad  del azar, he vuelto a huir del pasado  mientras se quiebra mi alma por no poder remediar como se marchitan las palabras, como se seca la lluvia, como se enfría el calor, como se pierden las sombras, como vuelve amanecer y ya no estás, ni estarás.

He prometido no olvidarme.