Nacimos
a mediados de los 60, al albur del desarrollismo; algunos nos han llamado la
generación “X” desde el 68 hasta el 80… La de los 60 fue la década con mayor
número de nacimientos en España; 7.275.719; fuimos y somos una generación plagada de
contradicciones; de entrada y a diferencia de nuestros padres, no hemos pasado
hambre, más bien hemos tenido siempre la barriga llena y probablemente mucho
más de lo que necesitábamos; pasamos de ser hijos de familias numerosas a
educar a hijos únicos o la idílica parejita…Nos casamos tarde, con muchas dudas
sobre “la institución”, no en vano hemos llenado los juzgados de demandas de
divorcio; nos cargamos el servicio militar, dejamos de ir a misa y comenzamos a
mantener relaciones sexuales sin necesidad de estar enamorados.
Como
recoge magistralmente Ignacio Elguero en su libro: “los niños de los chiripitiflaúticos” (Edit. La Esfera de los libros), somos la
última generación en no saber hablar bien ningún idioma extranjero y primera en
llegar tarde al aprendizaje de las nuevas tecnologías y la informática. Hemos
dicho adiós al concepto de trabajo para toda la vida y el “fijo” en la empresa.
Algo
inherente a cada generación es rechazar el pasado, la generación previa para
buscar su propia identidad; deberíamos empezar por ahí, por recapitular los
valores que sirvieron a nuestros padres para construir la prosperidad que les
permitió educarnos y darnos todo lo que hasta que no hemos alcanzado la madurez
ni hemos sabido valorar ni hemos querido preservar. Como dice muy acertadamente
Leticia Alcocer en su post, nuestros
padres vieron el trabajo como fórmula de progreso y desarrollo; compraban las
cosas cuando podían y al nivel que iban a ser
capaces de pagar; atendían sus facturas con celo y tenían al ahorro como
principio de subsistencia.
Hemos
pervertido el modelo dilapidando dos elementos esenciales que la generación de
nuestros padres tuvo muy presente, el esfuerzo y el merito; dos valores que a
ellos no les hizo falta aprender, nacieron en una época en la que no era
posible avanzar sí no era a base de trabajo y constancia; y lo conseguían los
que más trabajaban, los que más se comprometían y los que más luchaban por
ello: la meritocracia se declinaba en toda la esfera de la sociedad,
comenzando por el colegio, para el acceso a la universidad y obviamente, en el
ejercicio profesional. Una pausa: ¿Qué hay de eso ahora? …Colegios que
entienden que por la tarde no es necesario enseñar…, los exámenes ahora se
llaman “pruebas integrales de conocimiento” y se pasa de curso para no generar
desequilibrios entre los alumnos de distinta edad??? Aunque no haya dado un palo al agua y no haya aprendido
nada…se pasa de curso! ¿Y La universidad? Universal! Complaciente! lejos de la
realidad, al auxilio de los derechos y huyendo de los deberes… fábrica de
reivindicaciones! Completamente divorciada entre la oferta y la demanda. Quizás
de ahí, derive que en las empresas progresan los pelotas y se repudia a la
gente comprometida que entiende el trabajo como el pilar de desarrollo
individual y de sostenibilidad familiar: ¿Os imagináis a los profesores que
tuvimos en la escuela primaria haciendo huelgas por tener que trabajar dos
horas más al día pagadas…? Aquellos que hasta iban a tu casa para hablar con
tus padres y aconsejarles como ayudarnos, que se quedaban jugando a futbol en
el patio al acabar las clases o inventando radios locales, periódicos, talleres…,
todo para que no cayéramos en la pesadilla de la droga de principios de los 80
que se llevó a tantos de nosotros por delante? A mi me da vergüenza muchas de
las actitudes que enarbolamos en virtud de no sé que derechos, de eludir las
obligaciones de hacer todos los días un poco más y un poco mejor, lo que
hicimos ayer para contribuir a una mejor sociedad, eso, tampoco se lo tuvo que
explicar nadie a nuestros padres…
Crisis,
recortes, prima de riesgo…términos que acaparan una notable participación en
las conversaciones de cualquier ciudadano en nuestros días, y yo me pregunto:
¿y porque no hablamos más de eficiencia, compromiso, trabajo, esfuerzo,
dedicación, solidaridad,….? Estoy convencido que saldríamos de éste pozo mucho
antes y mucho mejor, que sí pensamos que con adelgazar el gasto dilapidando de
paso el consumo, vamos virar el rumbo… al menos en el medio plazo, que es el
que da sostenibilidad y refuerza los pilares de un estado.
Desde
al Atalaya del pensamiento y en honor al mejor legado que me ha dejado mi padre: “hijo, pon lo máximo en lo mínimo que
hagas…”, reivindico a los de mi generación para asomarnos al pasado,
recuperar el espíritu de sacrificio y de esfuerzo; apelar a la responsabilidad
y a la solidaridad social; nada de lo que nos dieron era gratis, sí no lo
pagamos hasta hoy, es porque lo pagaron ellos antes y a nosotros nos toca
preservarlo. No hay evolución sino es a base de trabajo, perseverancia,
tenacidad y actitud de superación.
“La vida de sacrificios es más agradable casi siempre que la de amarguras”
Pio Baroja
Jesús
Moya



