lunes, 1 de octubre de 2012


Zaragoza, 30 de Septiembre, 8:30 am… asoma el Sol en el parque grande y lo hace entre la abrumadora presencia de la voluntad de más de mil soñadores que han retado una vez más a la conciencia entre temeridad e insensatez… ¡o no! ¿Quién sabe?
 
En el ambiente un único propósito, una única intención y el mismo sueño de todas las anteriores… creer en uno mismo. Se vitorea el transcurso de los minutos que avisan de que llega el momento de programar el itinerario en el corazón, de imponer la velocidad de crucero en el sufrimiento y de visionar en el horizonte el placer de hacerse a uno mismo.
Comienzan los primeros kilómetros con bastante insolencia en el espíritu y muchas ganas de ir despidiéndose de ellos. Zaragoza acoge al coraje, lo ha hecho siempre en su historia y hoy lo manifiesta en sus calles; da gusto abrazar el ánimo de quién comprende y respeta el valor y la entrega… lo hizo antes el General Palafox, lo hizo la incombustible Agustina de Aragón, lo sufrió José I, hermanísimo de Napoleón… así es esta tierra.
La dinámica es la constancia, como no puede ser de otra manera en esta aventura; un numeroso grupo hemos acariciado el trote en un mismo tempo y hemos formado un bastión que nos llevará sólida y harmoniosamente hasta las postrimerías de la meta. El trabajo sensacional de las liebres, José Luis “Muri” y  Ia incansable “Isa”, que no  para de animarnos, de darnos confianza y de gritar al público para que aviven el recorrido; sin ellos hubiera sido mucho más difícil; mucho más duro y muchos hubieran sucumbido de no ser por su cariño; un esfuerzo de los dos extra, generoso y solidario que pasa desapercibido para casi todo el mundo, pero no para nosotros; Gracias José Luis y Gracias Isa en nombre de la fatiga.
 
En la meta se queda el cansancio, los dolores, el miedo, la tensión… y se recoge la voluntad reforzada, la sensación en estado puro sin pulir, la solidaridad desprendida del interés, el amor de los tuyos, el cariño de los suyos, el valor del esfuerzo, el premio de la constancia, el del sentir más allá de los límites de la codicia o del conformismo; se recoge lo que nunca perdiste, la FE. En la meta está el mejor regalo a estos 20 maratones, pertrechada al final de cada uno de ellos con los brazos y el alma desplegados para acogerme en cada una de ellos bajo tu cálida sonrisa y tu imperturbable comprensión.
GRACIAS.

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