No estamos ante una gran depresión, esta vez es peor, vivimos
en una gran degeneración.
(The Great
Degeneration, Fergurson)
Dice Niall Ferguson en su libro,
recopilatorio de sus conferencias en la
BBC, que la decadencia de Occidente es algo que estaba profetizado; sus
síntomas están por todas partes hoy día: la desaceleración del crecimiento, el
endeudamiento, el envejecimiento de la sociedad, el comportamiento antisocial…
nuestras instituciones en pleno proceso de degeneración. No sabemos aún sí era
lo que los Mayas profetizaron para 2.012, pero lo cierto es que estamos sumidos
en un proceso degenerativo de nuestro modelo de sociedad que los ciudadanos nos
somos capaces de comprender y los políticos no son capaces de gestionar.
El modelo de organización social y
político que hemos conocido se basaba en cuatro pilares fundamentales: El
ejecutivo representativo de la voluntad popular, el libre mercado, el Estado de
Derecho y la Sociedad Civil. Pilares de sociedades motrices del mundo desarrollado
como Europa o EEUU y que hoy vemos con angustia un inquietante deterioro.
El modelo político que nos
representa y que nos hemos otorgado en nuestra sociedad es endogámico, blindado
al ocaso de las clases populares, falto de autocrítica y respuesta contundente
a la corrupción sistémica que circula por su genuino adn.
El endeudamiento se refleja en el creciente
déficit generacional que condena a nuestros hijos y a nuestros nietos a pagar
los excesos de nuestros gastos.
Los mercados adolecen de la premisa
mayor: libertad. Por el contrario cada vez más fiscalizados, cargados de
complejas regulaciones que lejos de sanar, enferman los canales de la
competitividad y del emprendimiento. La falta de financiación asfixia
lentamente el desarrollo industrial y el espíritu comercial de antaño.
El poder judicial navega entre el
imperio de la Ley y la intromisión política.
La sociedad civil ha degenerado en
sociedad incivil, donde perezosamente esperamos que todos nuestros problemas
los resuelva el Estado
Y fuera no llueve menos… El mundo
árabe se auto determina en un proceso de democratización cuyo coste no se
alcanza a vislumbrar en materia de derechos humanos, China lucha entre las
tinieblas del estado de derecho y la liberalización económica. Americanos y europeos
desperdician el legado universal que durante siglos hemos constituido en forma
de instituciones.
Parece que estamos en una completa
Catarsis, en una reivindicación de nuestro modelo de sociedad y de convivencia;
un replanteamiento en forma y fondo de los pilares básicos que conforman el
Estado. La política se aleja de los ciudadanos y lo peor, los ciudadanos dejan
de confiar en la política.
La justicia se reinventa, pasando
de la universalidad a un nuevo modelo de castas sociales en forma de tasas disuasorias
de la tutela judicial efectiva y bajo un disfraz recaudatorio y pretencioso de
una falsa voluntad, la de la reordenación de la institución que adolece de
eficacia y del tempo apropiado para que quién la haga la page en tiempo y
forma.
El modelo económico ha reventado en
las narices del crecimiento abnegado por un sinuoso endeudamiento nacido de
enormes facilidades a disposición de la insensatez para acabar convirtiéndose
en malvado verdugo que decapita desahucios e ingentes promociones de viviendas vacías
al unísono. Absurdo.
El mal llamado estado del
bienestar, que no es otro artilugio, que un insostenible catálogo de promesas
sociales en manos de irresponsables políticos que añoran el poder prometiendo
la construcción de puentes sobre ríos inexistentes para conducir al rebaño de
la ignorancia, la complacencia y el conformismo por la senda de lo imposible.
Hoy la sociedad llena las calles reclamando derechos sociales que una vez tuvo
pero que nunca poseyó. A la perdida de tutela efectiva, la llamamos
recortes…Nadie está dispuesto a pagar la factura del privilegio pero todos afanados
en la manutención de los excesos.
La sociedad Civil requiere
respuestas que amortigüen el vacío que dejan la incomprensible actitud ajena al
sufrimiento de los más débiles que demuestran los titulares de una butaca de la
poltrona política o de los muchos que opositan a vivir de los ciudadanos y a
vivir del cuento político. Ni se
explican ni se les entienden.
¿Quién ampara la pobreza? Columnas de díscolos manifestantes suplican
por recobrar lo que nos ha hecho ser más pobres; indulgentes con el
despilfarro, insolentes con el sacrificio. Reclamar al estado que sea garante
de la transición de la deuda a la pobreza. El Estado debería ser en todo caso
facilitador, pero ya hemos visto lo que ocurre cuando quien gobierna es la
codicia y no la astucia. Los impuestos han dejado de gravar las rentas para
aliviar la ineficacia de los gobernantes y sus afanes imperialistas de naciones
inexistentes.
Y en el mundo China que ya ha
salido de su estancamiento de tres siglos, impugna el medio ambiente, los
derechos sociales de los trabajadores y reinventa el comercio. Un nuevo orden
económico mundial donde los países desarrollados subordinan su sostenibilidad
al albedrío de los países emergentes. Alianzas insospechadas antes de que Leman
Brothers nos señalara lo tortuoso del camino a recorrer. Centroamérica se
inmola en un peculiar “regreso al futuro” popularista y dialéctico, vacío de
desarrollo y con un festín de corte pagano que una vez más sucumbirá a sus
seguidores al lecho de la abundancia para los unos y la escasez para los
muchos. La OCDE ya atribuye el 45% de la población latinoamericana a las clases
medias que soporta el peso del gasto social mientras que el 10% más rico se
beneficia del 35% de los ingresos nacionales.
Occidente cabalga en estos días del
liberalismo a la regulación, del temido abismo fiscal norteamericano de final
de 2.012 con visos de reencarnación en la próxima primavera a la evidente ralentización de Alemania sumisa
de una cuestionada posible reelección de Merkel que no en vano acaba de
sucumbir en la Baja Sajonia, las contradiciones de Holande sobre las medidas
para incentivar el crecimiento que le auparon al trono que borra cualquier
pasado marxista para quien lo habita, la reencarnación de “Il Cavaliere” para desvalor de una acertada dirección tecnócrata o
el divorcio de Cameron con la pragmática europeísta de Durao Barroso o el
silencio de Van Rompuy ante los canticos soberanistas de algunas de las
regiones de también su negociado.
El nuevo mundo árabe redacta
constituciones democráticas resucitando en vida al tribunal de la Sharía entre
otras lindezas despóticas. Apoltrona a los nuevos mandatarios en los viejos
sillones de la tiranía. Los asentamientos terroristas de reciente actualidad en
Mali y el atentado de Argelia contra la industria de hidrocarburos reabren la
herida de la transcendencia para Occidente del comercio de armas y los crueles
matrimonios entre la tutela de los derechos humanos y la onerosa custodia de
las materias primas tan pretendidas por el gigante asiático.
No estamos
ante una gran depresión, esta vez es peor, vivimos en una gran degeneración.