jueves, 4 de abril de 2013


La Sentencia del Querer

 

Rondaba la melodía a un silencio inquieto de no pocas debilidades; tenue en el recibimiento a un caprichoso verso falto de sustantivo. En colina el deseo, reluciente y retadora como la primavera cuando despide al invierno, se retorcía la duda inconsistente de un lado para otro sin hallar en su peregrinaje atisbo alguno del maldecido entendimiento, siempre tan distante en la virtud y tan oportuno en la necesidad desatendida.

El corazón, promiscuo de grandes debilidades, retornó a la alcoba de las miserias y sorprendido por la lozanía de la cantiga, aceleraba su paso en la huida del tenebroso arrepentimiento, un mal nacido espíritu se decía así mismo al evocar en el portarretratos de la desidia, la sombra del misterio que viste al amor insensato.

Sensible a las caricias del destino, que en su voluntad persistente, alberga los sueños no consentidos como propios y premeditados; súbitos de la melancolía con que el alma declina la pasión desatada, amables en su tacto como lo es la seda cuando abraza el cuerpo desnudo en un amanecer soleado.

Delata el encanto a la razón, que la armonía que configura la voluntad persistente, puede con el temor infausto y huérfano de la dulzura del sentir sintiendo, del amar amando y del soñar soñando.

Privilegio contenido para un estímulo incandescente que nació de la misma de tierra dónde lo hiciera Luis de Góngora y que tanta veces en su alma retrató el sentir de la pasión sobrevenida a la esperanza.

Delirios de soledad en los besos que están por venir, codicia por el calor de tu mano.

Virtud del camino que aloja la sentencia del querer.

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