La Sentencia del Querer
Rondaba la melodía a un silencio
inquieto de no pocas debilidades; tenue en el recibimiento a un caprichoso
verso falto de sustantivo. En colina el deseo, reluciente y retadora como la
primavera cuando despide al invierno, se retorcía la duda inconsistente de un
lado para otro sin hallar en su peregrinaje atisbo alguno del maldecido
entendimiento, siempre tan distante en la virtud y tan oportuno en la necesidad
desatendida.
El corazón, promiscuo de grandes debilidades,
retornó a la alcoba de las miserias y sorprendido por la lozanía de la cantiga,
aceleraba su paso en la huida del tenebroso arrepentimiento, un mal nacido
espíritu se decía así mismo al evocar en el portarretratos de la desidia, la
sombra del misterio que viste al amor insensato.
Sensible a las caricias del destino,
que en su voluntad persistente, alberga los sueños no consentidos como propios
y premeditados; súbitos de la melancolía con que el alma declina la pasión
desatada, amables en su tacto como lo es la seda cuando abraza el cuerpo
desnudo en un amanecer soleado.
Delata el encanto a la razón, que la
armonía que configura la voluntad persistente, puede con el temor infausto y
huérfano de la dulzura del sentir sintiendo, del amar amando y del soñar
soñando.
Privilegio contenido para un estímulo
incandescente que nació de la misma de tierra dónde lo hiciera Luis de Góngora
y que tanta veces en su alma retrató el sentir de la pasión sobrevenida a la
esperanza.
Delirios de soledad en los besos que
están por venir, codicia por el calor de tu mano.
Virtud del camino que aloja la sentencia del querer.
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