sábado, 23 de abril de 2011

El Orgullo de Vender

“…El hombre que recupero el orgullo de vender o la dignidad de una profesión “ es la cabecera de un libro de Victor Barajas y Lorenzo Muriel, publicado por Empresa Activa. Lo he leído de un tirón y me ha despertado un sentimiento que comparto plenamente con los autores y que no quiero dejarlo solo para mis reflexiones.

A lo largo de los veinte años que llevo dedicándome a la profesión de vendedor he sentido muchas veces como han tratado de minusvalorar nuestra labor ; incluso hasta entre nosotros mismos hemos contribuido a la propia degradación del valor y el significado de nuestro trabajo: recuerdo incluso alguien cercano a mi que en una ocasión y con bastante desprecio aseguraba que los vendedores somos gente que cómo servíamos para otra cosa, pues ala, les pones una corbata y arrastrarse por el mundo…. hay que ver!!! O como dijo un ilustre político, cuando refiriéndose a los “viajantes” decía que éramos turistas pagados. Por cierto, que maravilloso  término el de viajante! Ahora somos asesores comerciales o ejecutivos de ventas por no referirse a los acrónimos anglosajones que aún esconden más la digna tarea de vender.

Pues lo primero que quiero revindicar es que la función de ventas es la entrada de ingresos de una empresa; conocen alguna empresa que viva sin vender algo? Conocen alguna empresa que no tenga clientes a los que ayudar a buscar soluciones a mejorar su realidad y por lo tanto sus resultados? Verdad que no? Pues Sres. Empecemos por ahí porque ese es nuestro principal cometido: Vender no es traer ingresos para la empresa, o es atender clientes, vender no es influenciar o convencer…. Vender es mucho más y los buenos vendedores saben que las ventas tienen una relación directa e inherente con la solución de problemas, con relaciones a largo plazo basadas en la confianza y en la ayuda mutua, con la habilidad de hacer convivir los intereses de la empresa y del cliente buscando el mejor rendimiento para ambas partes.

Los vendedores no somos charlatanes, ni tipos con don de gentes como figuraba hace años en los anuncios de prensa; somos profesionales que “escuchamos” a nuestras empresas y a nuestros clientes y trabajamos afanosamente en generar valor para ambos. Somos en muchos sectores empleados polivalentes, con un nivel de desempeño, productividad y rendimiento determinantes.
Nuestro compromiso va siempre más allá de los emolumentos que recibimos,  no tenemos horarios, y siempre estamos conectados; nuestra capacidad de trabajo la determinan las circunstancias y las necesidades de nuestra empresa y de nuestros clientes. No somos turistas, no viajamos por placer, pasamos parte de nuestra vida entre hoteles y restaurantes, cuando lo que realmente deseamos, como cualquiera, es dormir en nuestra cama, comer en nuestra casa y pasar todo el tiempo posible con nuestra familia.

Dicen Víctor y Lorenzo en su libro que uno no está feliz porque le vaya bien, sino que nos va bien cuando somos felices y no solo es así, sino que además es contagioso; en nuestra profesión sabemos perfectamente lo importante que es nuestro estado de animo, como nos afecta y como se trasmite… luchar contra la frustración, la presión, la inseguridad, el temor, la ingratitud… Para un vendedor su actitud mental es una de sus mejores herramientas; aceptar la responsabilidad, entender las circunstancias, y creer en las soluciones, es absolutamente determinante para cumplir con los objetivos y con las expectativas.
Otra reciente lección, nos dice que desde pequeños nos enseñan que “sí no lo veo, no lo creo” y en realidad, es al revés: “Sí lo veo, lo creo…”; y de esto sabemos mucho los vendedores: sí me lo creo, lo consigo…, verdad?

Estas líneas van para todos los vendedores que amamos nuestra profesión; para los que nos critican probablemente sin conocer realmente el sacrificio personal y familiar, la tenacidad y la constancia, la actitud mental positiva y temple al que hay que recurrir frecuentemente;  y también para los cretinos que tanto desde dentro de la profesión como desde fuera, intentan menospreciarla.

Termino dedicando un recuerdo a Valentín Martínez; el primer vendedor que me enseñó a amar esta profesión. Nunca he olvidado sus consejos y en especial la dedicación y la entrega como fórmulas de éxito.


 Jesús Moya
“Aquello qué pensamos es aquello en qué nos convertimos”

No hay comentarios:

Publicar un comentario