Mentiras Negras
En la penumbra del deseo yace la
máscara de una presuntuosa obsesión,
perece el encanto de la seducción banal,
igual que el olvido ahoga los recuerdos en el rincón de la miseria o
cómo aquel final fatal que derriba un
cuento de hadas que nunca debió serlo.
El alma se siente mugrienta de falsos
propósitos; el frio de la mentira rasga la voluntad del corazón y abate sin
misericordia el reflejo de las ilusiones sobre las aguas de los sueños; los
sentimientos navegan sobre un oleaje que representa la frustración de la noche
cuando sucumbe al amanecer, el del ruido que no calla, el silencio de la pena
que se disfraza de letal verdugo a la ironía de la seducción; el del tiempo que no lo fue, que no lo será,
observa como inocente testigo de un destello de fantasía que murió en la
despensa del desprecio.
El rastro de la incomprensión, de
la inexplicable razón, el de la inexistente virtud, doblega el ánimo hasta
asfixiar las pocas notas que salen ya de un ronco soneto que no viene sino a
certificar la defunción de un principio que nació en su propio fin, el de la huella de una silueta que albergaba
besos salados, el de los restos cristales rotos que una vez quisieron formar la
efigie de la ilusión.
Cuando la luna se asoma a la
ventana del sosiego, el daño se refleja en la textura de las emociones; la ansiedad de las preguntas sin
respuesta invoca al rencor para que desafíe a la agonía que maltrata a la existencia, que fastidia a la alegría y que
deshoja la margarita para que como en un despertar amargo, la ultima de sus hojas
descarte la ultima de las esperanzas.
Vivir a la deriva como el
fallecimiento de quién espera no encontrarse con nada, de quién huye del
presente refugiándose en el pasado y
desaprobando el amanecer. Semblante de ojos negros de mirada maldiciente,
verso oculto entre la rima de las tinieblas de un alma perturbada.
De la alcoba de la insolencia a la
cenicienta de las mentiras negras.
@talkhit
Jesús Moya

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