La Colina de las Inquietudes

Dicen que no es como se empieza sino como se acaba; apenas despidiendo un año, nos volvemos a enfrentar a ese cruel ejercicio de volver a poner el marcador a “0”, todos los registros con los que hemos navegado hasta hace tan solo unos días, ya no valen; son pasado y el pasado solo forma parte de los recuerdos, de la memoria… todas esas toneladas de papel que hemos vendido … todos esos kilómetros que me he echado a las piernas (otra vez más de 4.000 en todo el año), todos eso lo olvidas, pones el crono otra vez a cero y empiezas a contar sumando cajita a cajita, kilómetro a kilómetro, día a día; ¡ufff que horror!!

Sí no fuera por… LA ILUSION!

Dice el diccionario que la ilusión puede ser la esperanza o anhelo por algo en concreto; también dice que esta acepción positiva del término se da exclusivamente en castellano y tiene su origen en la época romántica.

         La ilusión de poner en marcha un nuevo proyecto, de hacer realidad un sueño, de cumplir una promesa…La ilusión de compartir todos esos propósitos con mis amigos, con mi familia, con mis compañeros. La ilusión de levantarme cada mañana y asomarme a la colina de las inquietudes y encontrar todos esos motivos para seguir adelante, para seguir soñando, para no reconocer el hastío o el cansancio…, para llenarse del oxigeno de la esperanza, para cargarse de la energía de las intenciones y para vestirse del color de los deseos.

         La ilusión de reinventarse, de querer superarse en todo lo que emprendemos, de levantarse en armas contra la rutina, de aparcar el conformismo, de velar por la ambición, de sumar y nunca restar, de la generosidad del trabajo en equipo, de saber que no estás solo, de la comprensión y de la voluntad; del esfuerzo y la recompensa, del aroma de las cosas que se hacen con corazón, del sabor de las cosas bien hechas…

Ilusión: sentimiento de gran alegría que produce el logro de algo que se desea intensamente.

Lo mejor de la vida son las ilusiones,

Balzac.