Maldita sea!
La memoria es el perfume del alma (George Sand)
Te vas poco a poco, y cada paso que te aleja de nosotros no admite réplica, vas para no volver. Lo peor es que te vas en un viaje al que nadie te ha invitado, el que nunca has merecido y para el que no existe equipaje que modere el letargo y la insolencia. Te vas precisamente cuando te tocaba volver y te vas y contigo se desvanece la vida, te vas y no puedo luchar por retenerte, tu despedida es implacable, te vas de mis manos igual que no puedo sujetar el aire entre ellas, no puedo amarrar tus sentidos al presente ni puedo reclamar el pasado.
Vivo pensando en que llegará el día en que no podrás reconocerme, pero nunca pensé que pudiera ser al revés.
Un ladrón de guante blanco te ha robado el amor por los tuyos; te ha sustraído el recuerdo de lo que un día me entregaste como legado y que me ha acompañado en todos mis proyectos, aquello que cuando era un adolescente yo te cuestionaba y supiste perdonarme con la sensatez que da la madurez a la espera que fuera capaz de comprender, eso que inculcaste en mis valores como mi propia sangre…:
“pon todo lo que puedas en lo mínimo que hagas”
Tanto sudor, tanto empeño, tantas horas, tanta ilusión puesta en nosotros…para que nos ahora el destino nos obligue a digerir este amargo trance, este infausto final. Me diste tanto! me lo diste todo… y me lo han quitado de un golpe injusto y miserable.
Cruel y devastador castigo a la inocencia de tus días, que por mucho que arrope tu corazón, quedará desnudo para siempre, que por mucho que te vista la rutina, enfría y congela los sentimientos que siempre me fueron nobles.
La decadencia de tus sentidos oscurece mis sentidos y me ahogo en la melancolía de tu silencio, en la vista perdida que no atiende más que al olvido, en el impertinente vacío en el que te has instalado.
Cómo decirte que me duele el amor al verte ausente! como expresarte que se me muere el alma al sentir el abandono de tu consciencia!
Quiero recordarte por tu gratitud, por haber creído y haber luchado, por tanta ilusión depositada, por aquella incubadora de la que no te despegaste, por todas las veces que te asomaste a mis errores para corregir mi insolencia, por respetar mis ambiciones, por las heridas de la soledad, por la memoria de ella…
Yo te quitaré tus ojos, y los pondré en el lugar de los míos, tú me quitarás mis ojos, y los pondrás en el lugar de los tuyos, así yo podré verte con tus propios ojos, y tú me verás a mí con los míos. (J. de la Gándara).

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