lunes, 26 de marzo de 2012

¿Por qué no me llamaste?

El Cobarde sólo amenaza cuando está a salvo
Goethe.



Marta dio un portazo y salió de la oficina visiblemente enfadada; Había sido realmente desagradable y atendiendo las sugerencias de su compañero Pablo, optó por irse a casa y enfriar su indignación.


Por la mañana había recibido un correo electrónico de una compañera de otro departamento; el correo era un elenco de reproches a cerca de diversos asuntos sobre los que compartían responsabilidad; desde alusiones a retrasos incomprensibles, gestiones sin finalizar y la duda expresa de que tras ello habría la determinación de hacerle la puñeta;  todo con copia a los distintos jefes de ambas y a varios compañeros del departamento de María, la emisora del correo.


Marta lo leyó varias veces; en la primera, como luego reconoció mientras se lo contaba a Pablo, no daba crédito a los argumentos de su compañera María; en la segunda su irritación era prodigio de la inverosimilitud con que comprobaba a las personas que habían puesto en copia. Y como lamentablemente suele ocurrir en estos casos, se apresuró a contestar llena de argumentos sí cabe tan solidos o más y recriminando a su juicio, el comportamiento hostil de la primera; patente en sus relaciones desde hacía tiempo y evidente a tenor del correo que había recibido; y el asunto se fue enredando más y más, tomaron partido los jefes de ambas y los reproches ascendieron un nivel jerárquico y el clima se volvió y en un arrebato más de insensatez, a uno de ellos se le ocurrió poner en copia al Director General y …hasta ahí! Este convoco a los dos y les leyó la cartilla y ellos a su vez, descargaron la ira con sus pupilas y estas consigo mismas… hasta que Marta,  dio un portazo y salió de la oficina visiblemente enfadada y optó por irse a casa a enfriar su indignación…


Historia recurrente


Es una historia que se revive una y otra vez; el correo electrónico se ha convertido en muchos casos en una herramienta de “des-comunicación” en lugar de ayudar a comunicarnos, nos deshumaniza.


El e-mail es un arma de doble filo: inconcebible su inexistencia en todos los ámbitos profesionales y personales y capaz al mismo tiempo de destruir relaciones e incluso dañar carreras profesionales.


 Observo con incredulidad como personas que trabajan a menos de dos metros de distancia se envían mails… para dejar constancia, alegan. Cómo compañeros que trabajan en distintas áreas dentro de la misma compañía, incluso en la misma planta, se envían misivas e toda condición a diario y en cambio no son capaces de levantarse y dirigirse personalmente o en el peor de los casos levantar el teléfono y mantener una conversación; pero lo que me parece más lamentable todavía, es contemplar como personas se critican y se acusan abiertamente a lo largo de textos malintencionada y premeditadamente redactados, con la complacencia del silencio en un teclado, ajeno al cometido y desprovisto de  criterio; cómo persisten y recaen una y otra vez en la tentación de desahogarse sin pensar en lo que pueda pensar o sentir aquel a quién han erigido en victima de su falta de coraje para expresar o dialogar directamente lo que piensan. Y lo más curioso, sí uno descuelga el teléfono o se lo encuentra por el pasillo, el asunto se rebaja sustancialmente; es como sí renaciera un halo demagógico de culpabilidad y antes de que abras la boca…ya se están disculpando por el mail. Y yo digo, ¿pero por qué  no me llamaste? ¿Es que no lo podíamos haber hablado, discutido antes de “rajar” sin más? Por cierto, “rajar” es el sinónimo común de la maledicencia, o sea la acción y efecto de hablar mal de alguien y desacreditarlo que es lo que contienen muchos de los mails “corporativos”, verdaderas rajadas…


Cuente hasta diez…


Somos lo que decimos y lo que expresamos proyecta lo que pensamos y lo que hacemos; lo que se puede esperar de nosotros y lo que no. Lo que sentimos es lo primero que trasmitimos; cada palabra, cada letra, desnuda nuestra alma y envilece el instinto, sacude la indiferencia y amenaza la virtud.


Me gusta pensar lo que voy a escribir en un mail; me interesa ponerme en la piel de quién lo recibirá para tratar de saber como se sentirá; nunca envío un mail sin releerlo o sin pasar el corrector ortográfico. Los mails complementan la comunicación, pero nunca pueden sustituir una conversación y aún menos una reunión. No hay mejor comunicación que la visual ni mejor lenguaje que el no verbal, por eso los correos electrónicos, nunca tendrán la capacidad de comunicar que tenemos las personas, afortunadamente, añado.


Antes de responder a un correo con contenido irritante, piénsatelo bien; compártelo con alguien sí es preciso y no respondas para alimentar el conflicto; vale más un vez colorado que cien naranja; localiza a quién te lo ha enviado y pregúntate y pregúntale porque se siente así y que ha ocurrido para que haya tenido que callar la palabra para encontrar una respuesta.


La palabra escrita carece de tono e inflexión; cuando escriba, sea al menos igual de correcto que cuando hable.


La asertividad es una facultad; una poderosa herramienta de la comunicación para indagar y profundizar en las relaciones bajo la tutela del respeto por los demás, de la buena educación y de la sensatez que presumiblemente tienen las personas inteligentes.


Una máxima en comunicación: sí no tiene nada que decir, no diga nada. Ya saben aquello de que uno es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras.





Con mis mejores deseos.

Jesús Moya

miércoles, 21 de marzo de 2012

La Tirania de la Voluntad

La tiranía de la voluntad


 En 1.913 el aventurero Ernest Shackleton partía en su tercer intento hacía la conquista de la antartida; lo hacía a bordo de su barco, el endurance junto a 17 marineros que formaban parte de su tripulación y que habían respondido al siguiente anuncio: “se buscan hombres para expedición arriesgada. Poco dinero, mucho frío, largos meses de completa oscuridad, peligro constante, retorno dudoso, y honor y reconocimiento en caso de éxito”. A las seis semanas de partir el barco quedó encalllado en el hielo; quedaron atrapados más de 17 meses sobre un gigantesco pedazo de hielo flotante y fueron a la deriva. A partir de ahí, comienza la verdadera proeza; primero deciden echarse al mar en botes salvavidas y durante 7 interminables días alcanzan Isla Elefante una inhóspita isla rodeada tan solo de hielo; Tras unos días, Shackleton decide junto a los cinco tripulantes que se encontraban en mejores condiciones volver al mar hasta alcanzar las costas de Georgia tras 17 interminables días contoneando con la muerte; no era suficiente y solo con dos de sus hombres, los únicos que se mantenían con fuerzas, tuvieron que sortear montañas superiores a los 3.000 metros hasta alcanzar por fin las costas balleneras y conseguir ayuda para rescatar a sus hombres tanto en la costa de  Georgia del Sur como en Isla Elefante.

Ernest Shackleton no logró alcanzar su propósito, cruzar la antartida, pero tal y como indicaba en su anuncio, consiguió con su proeza el honor y el reconocimiento que merecía tal hazaña. Se dice al respecto cuando se hace referencia a ésta conocida historia que, Shackleton fracasó para lograr el éxito.

Determinación, capacidad para sacar lo mejor de uno mismo y de los demás, …. , querer es poder!

La elección premeditada de lo que queremos conseguir, la voluntad inequivoca de lo que nos interesa y nos importa, las decisiones que parten de nuestro consciente y de nuestra intención, las ilusiones y los sueños, los deseos, el horizonte de nuestra vida… , en definitiva, el conjunto de nuestros proyectos y con independencia de su arquitectura, son el motor de nuestra felicidad. Comos dice Fernando Botella en su libro, Atrévete, las personas somos más felices cuando podemos tomar nuestras propias decisiones y las llevamos a cabo.

La voluntad es la facultad que nos permite gobernar nuestros actos, nos habilita para decidir bajo nuestra propia autonomía y optar por un tipo de conducta o actitud determinada. La voluntad es el poder de elección con ayuda de la conciencia, la voluntad es el episodio previo a la acción, ocurre lo que queremos que ocurra; la determinación señala el camino de los hechos y en buena medida, los propios resultados junto a otro componente igualmente letal para alcanzar cualquier meta , el esfuerzo.

Atravesamos tiempos dificiles, presididos por la incertidumbre y bajo una crisis fundamentalmente de confianza; Es mucho más sencillo refugiarse en las razones  para no hacer algo que aundar en los motivos para intentarlo; seguro que  Shackelton también encontraba más argumentos para sucumbir en su empeño, que elementos para visionar un salida, y sin embargo no cesó en su obstinación, guiado por su determinación y voluntad de superación. Al amparo de una cruda realidad y bajo la tutela de la consciencia para tomar decisiones de orden vital y de carácter binario: vivir o morir.

Es más fácil no luchar; es más cómodo resignarse; pero también es más egoísta y más injusto ceder al capricho de la voluntad. Sí quieres hacer algo, sí de verdad lo quieres, hazlo y no busques disculpas.

Determinación, capacidad para sacar lo mejor de uno mismo, …. , querer es poder!

La cultura del fracaso

En uno de los entornos más prósperos del planeta; en el gemen de la tecnología, en Sillycon Valley, singular ecosistema de visión y talento, una de las primeras doctrinas que se insertan en el adn de quién pone los pies allí, no es la cultura del éxito, sino todo lo contrario, la del fracaso; allí tienen muy claro que el que no ha fracasado, sencillamente no ha aprendido. Hay muchas historías que convalidan ese dogma en cualquiera de las exitosas y reconocidas compañías que han germinado en el Valle; quizás la más conocida es la de Sergey Brin o Larry Page, fundadores de Google, que tuvieron que predicar y presentar su algoritmo en más de 60 ocasiones buscando un bussines angel que estuviera dispueso a poner dinero para echar a andar la start up; quién lo diría ahora, verdad? Fruto del éxito? O de la determinación, de la voluntad, del  querer, de no sucumbir ante las más de 60 negativas… júzguenlo Ustedes!

Conocido es lo que Michael Jordan dijo en una ocasión: “he fallado más de 9.000 tiros en mi carrera; he perdido casi 300 partidos; Mis compañeros confiaron en mi hasta en 26 veces para lanzar el tiro que ganaba el partido y lo fallé; he fracasado una y otra vez en mi vidad y es por eso por lo que tengo éxito”.

La carrera de fondo por excelencia en el atletismo es la maratón; los maratonianos sabemos que tenemos que anclar la vista en el horizonte; en la sensación de felicidad indescriptible que supone alcanzar la meta tras 42 largos y tediosos kilómetros, que afilan su textura a medida que el cansancio emerge de entre las voluntades y que trata de dilapidar el ánimo en forma grieta; no mirar atrás, no soltarnos de la mano del proposito, no olvidar nunca el compromiso que hemos adquirido, no peder la vocación y la razón por la que estamos haciendo lo que hacemos. Llegando al kilómetro treinta y tantos aparece lo que en el argot, se llama el muro; es como un callejón sin salida, donde pierde sentido el esfuerzo y  se castiga vilmente la teoría de la concienciación; aparecen nuevamente más razones para detenerse que para seguir; para justificar el fracaso que para seguir luchando;  pero la determinación y la voluntad declianadas en el presente de indicativo, vencen a la fragilidad del conformismo y se acaba por llegar a la meta y por cumplir el objetivo.

Claro que no sólo es actitud; también se precisa aptitud, pero para eso hay otra receta; la distancia entre el querer y el poder se acorta con el entrenamiento.

El éxito como el fracaso forman parte de las sensaciones que tiene la vida; son inestables, efímeras y caprichosas.  Aprender de los errores no es sino síntoma de madurez, de comprensión y de eso de lo que hablamos tanto ahora, de inteligencia emocional.



Autoliderazgo

Señalan los expertos que el autoliderazgo es la capacidad que todos tenemos de dirigir nuestra propia vida centrándonos en nuestras propias necesidades. Es ser consciente de que uno construye su realidad con sus propias posibilidades y límites y con el poder de elegir para cambiarlo o no.

Añadiría que es la fe en uno mismo;  conciencia de nuestras posibilidades: tomar decisiones  y explorar nuevas opciones con determinación y confianza. Es la voluntad de procurar, de hacer que las cosas pasen, sin esperar ni a que ocurran por la inercia desforada de nuestro comportamiento ni porque otros decidan por nosotros. Hoy estamos decidiendo lo que seremos o haremos en el futuro.

Además esa disciplina nunca nos puede ser ajena, debe responder a nuestros propios estímulos, fruto del inconformismo y del afán de superación; de dar lo mejor de uno en aras a velar por  la insurgencia de la complacencia.

Es imprescindible sentirse bien con uno mismo; gustarse y auto estimularse; es más impotante como nos vemos que como nos miran; es más revelador como nos queremos sentir que como nos notan; las emociones se trasmiten a velocidad de vértigo y antes que nos demos cuenta, proyectamos vía lenguaje no verbal, nuestro estado de ánimo, las sesaciones que nos generan el entorno y muy en particular las personas que lo forman.

Sí uno se siente bien, sí es feliz con lo que hace y sí lo que hace tiene relación con lo que piensa, estonces el bucle se reproduce y con el se retroalimenta nuestro ego en forma de virtud.

“ sí quieres ver algo que nunca has visto, haz algo que nunca has hecho”



Con mis mejores deseos.