El estado de las emociones…
El transeúnte cerró la puerta de su casa como sí el amanecer despidiera a la madrugada, como sí la mañana dejara atrás la noche, como la oscuridad se desvanece ante la claridad.
De equipaje porta una ligera maleta de doble fondo; en el uno prevalecen los tejidos de entretiempo; combinan los colores intensos y cálidos con los neutros; los que visten a la pureza; los mismos que envuelven al alma. El otro atiende a la sobriedad, al criterio y a la reflexión; de conservadores tonos y discreto talle; es el uniforme que viste a la guardia pretoriana que vela por la razón.
Las mañana entona con su habitual melodía el despertar de los sentidos; el oído escucha incesantemente el nombre de los sueños y evoca su presencia; la vista observa detalladamente el color de su destino; el tacto acaricia su agreste sendero; el aroma de la ambición increpa al ego y el primer café deja un dulce rastro; el viajero inspira bocanadas de aire fresco y se dirige hacia la estación de las pasiones donde todas las semanas sale un tren con incierto destino.
En el camino se hace al andar predijo el poeta y al andar el camino me lleva a la soledad; en la ventana de mi vagón se refleja el mar de dudas. Al cristal del misterio se asoma la inquietud y la ausencia de respuestas.
Las huellas depositadas en los primeros pasos del viaje a la vida anhelan un nuevo escenario donde las siluetas nunca volverán a ser lo que fueron, los figurantes mudarán su rol y las notas del piano sonarán al compás de nuevos planteamientos y firmes propósitos.
El cuaderno de bitácora recogerá la deriva hacía la complejidad, señalará un nuevo punto de partida y dibujará la trayectoria bajo el amparo de las estrellas igual que el asombroso semblante que deja la aurora boreal a su paso, para guiarme quién sabe qué…
El camino comienza atestado de preguntas para casi todo y respuestas para casi nada; aún así la senda de la sinceridad despeja las sombras de las dudas y es como el respiro que da a los caminantes el terreno cuando de una dura pendiente se reforma en prolongado descenso.
Con la confianza de quién se entrega a un viaje que se inicia sin fin previsto, sin retorno previamente estipulado y con el compromiso de que nunca sea un mero paseo… el asedio a lo correcto, a la moral, el incesante ataque a las convicciones… sucumbe paulatinamente; ocurre igual con la fatiga que deja de ejercer su dogma cuando el propósito es deseado firmemente y se convierte en energía y en motivación para el caminante.
El camino no es una ruta, no es un viaje, no es un paseo, el camino es el destino, es el presente y es el futuro, el camino es cada vez que levantemos la mirada y estemos ahí; es cada paso que demos, cada vez que extendamos la mano, cada vez que apoyemos la cabeza sobre un hombro o cada vez que lloremos... el estado de las emociones.
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